CASADOS EN, COMO, POR
Y PARA LA IGLESIA
Cuando vamos a emprender una aventura apasionante nos preparamos a conciencia, trazamos el itinerario, fijamos la meta y, con madurez y valentía, nos lanzamos a ella.
El matrimonio es una apasionante aventura, la más apasionante que podemos vivir. Y el matrimonio cristiano – compromiso de “amarte y respetarte todos los días de mi vida” – lo es más. Por eso, además de conocer a mi pareja (carácter, temperamento, ideales, creencias, sentido de la responsabilidad y del trabajo…), incluimos como vital BENDECIR nuestra unión con el sacramento del matrimonio, incorporando a Cristo en nuestras vidas, casándonos EN la Iglesia a la que pertenecemos.
COMO cristianos asumir responsablemente el compromiso que contraemos, sabiendo que nuestra convivencia diaria tiene que estar generosamente «aliñada» con grandes dosis de amor, perdón, comprensión, dialogo y respeto “todos los días de mi vida”.
Casarnos POR la Iglesia, comunidad a la que pertenecemos y en la que encontramos a Cristo en los demás, “en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad”, sabiendo que hemos de ser “luz y fermento” en el mundo que nos ha tocado vivir.
En actitud de servicio y amor, nos casamos PARA la Iglesia, comprometiéndonos a prestar nuestra modesta colaboración en propagar el Reino de Dios, el Mensaje de Amor de Jesús, siendo constructores de familias cristianas, con nuestros hijos, educándoles en la fe.
Hoy muchas personas conviven como “parejas de hecho”, por miedo a que el matrimonio no funcione. Es un testimonio ilusionante las parejas que se casan en, como, por y para la Iglesia, incrementan la familia con nuevos hijos y colaboran en la pastoral familiar.
Hoy también hay personas que caminan como “ovejas sin pastor”, matrimonios rotos, familias desestructuradas, pobreza, egoísmo… hermanos que necesitan nuestra ayuda.